«SOY ARMENIA» por Araz Hadjian para Al Mundo

La fotógrafa argentina de origen armenio Araz Hadjian publicó una nota con fotografías sobre su experiencia en Armenia, en la edición impresa de la revista de la internacionalmente reconocida agencia de turismo y viajes Al Mundo. Aquí reproducimos el artículo.

«SOY ARMENIA. Un viaje desde Ereván hasta el monte Ararat» por Araz Hadjian. Publicado en revista «Al Mundo»

Crecí en Buenos Aires, pero soy de origen armenio. A mis 42 años, viajé por primera vez a la madre patria para asistir al casamiento de mi hermano Arí, con Nairí, una chica nacida en Irán de origen armenio. Era un acontecimiento muy feliz, ensombrecido por la inesperada muerte de mi papá una semana antes. Con esta inconcebible contraposición de sentimientos, llegué a Erevan, la capital. Paré en el departamento de mi hermano, un edificio histórico pegado al Palacio Presidencial. Una mañana recuerdo que salí a caminar entre los arcos y laberintos que conectan las calles y los edificios en piedra duff, que es un tipo de piedra volcánica rosa intenso por la que Erevan debe su sobrenombre: la Ciudad Rosa.


Cuando me perdía, me guiaba el humo de los kebab asándose siempre a la vuelta de cualquier esquina. En la calle Musaelyan, anexa al Museo de Alfombras Magerian, un criador de palomas me invitó a su casa a tomar un café. En su jardín, en plena ciudad, además de los establos llenos de palomas, tenía, como en tantas otras casas, árboles frutales (de damascos o moras), cuya cosecha luego se vende en las calles. En la cocina, Hovannés (Juan) tenía frutas secas, pasas, conservas y jugos, una gastronomía casera que forma parte del folklore local: se guarda para el invierno lo que se recoge en verano. Seguí andando luego entre esas paredes macizas e imponentes y aparecí en el emblemático barrio de Kond, una ciudadela del siglo XVIII emplazada en pleno Getron (centro) y donde convivieron otomanos, gitanos del Cáucaso, musulmanes y persas. Aún es posible distinguir los antiguos vestigios de esas civilizaciones semi C escondidas en las puertas y paredes exteriores de los hogares. La primera República de Armenia se fundó en 1918, poco después del genocidio perpetrado por los turcos otomanos. Pero el sueño duró solo dos años, porque el país pasó a formar parte de la Unión Soviética.

En Armenia se conmemoran dos días de la independencia: la de mayo del 18 y la de septiembre del 91, cuando cayó la URSS. En ese sentido, Erevan hoy es una simbiosis de la historia del siglo XX. Diseñada en 1925 por el arquitecto y urbanista Alexander Tamanian, creador del estilo neoclásico armenio (lo característico: el tallado en piedra decorativa), puede trazarse sus huellas en obras emblemáticas de esta capital, como la Casa de la Ópera o la Plaza de la Libertad. Pero también la impronta de la conmocionante arquitectura soviética sigue allí, no solo por la vigencia de los carteles en ruso, sino por edificaciones como la impresionante Cascada Blanca -en el barrio Monumento, de estilo art decó-, en donde está el Centro de Arte Cafesjian y cuyos 572 escalones de piedra caliza llevan hasta una magnífica vista de esta ciudad que adoré y adoro con alegría y con tristeza. Después del casamiento, me fui a recorrer casi todo el país, durante unos tres meses. En Armenia, las pequeñas combis que se llaman marshutkas se usan para viajar dentro de las ciudades como así a otros puntos del país. Siempre están repletas, y en los viajes largos la gente comparte la comida. Así hice mi viaje. En un parque de deportes extremos en la región de Lastiver en Ijevan, crucé en tirolesa entre dos montañas profundas y cubiertas de niebla, adonde pastaban ovejas y cabras. Me alojé en una cabaña-habitación enganchada a un árbol del Lastiver Campground, así al día siguiente podría hacer la caminata por el bosque y llegar a las cuevas Anapat, que tiene figuras grabadas y sirvieron de refugio a los armenios durante las invasiones mongolas de los siglos XIII y XIV. Siguiendo por ese camino, está la cascada Yenokavan en medio del bosque, donde, como todos, paré a descansar. Luego de pasar por Goris, Tatev y Dilijan, llegué al lago Sevan, el más grande del país y también uno de los más grandes del mundo. Por recomendación de Harut, mi guía, tomé una lancha para ver el Monasterio Sevanavank en la cordillera que rodea al lago, que tiene agua azul y un clima agradable todo el año. Lo que más me impacto aquí es el cementerio de Noratuz, que tiene miles de jachkar (cruces de piedra) a modo de lápidas funerarias medievales; los más antiguos llegan al siglo X. El día que lo visité estaba totalmente nublado, caminaba sola y sobrevolaban un montón de gaviotas: ahora el viaje tenía la atmósfera escalofriante de una película de Hitchcock. Pero con un final del Hollywood más benigno: a la vuelta, comí la deliciosa y típica trucha blanca del lago Sevan, en uno de los tantos restaurantes que hay en sus alrededores (también se come en las casillas sencillas de madera y chapa que tienen los pescadores a orillas del Sevan). Desde allí, al día siguiente partí para conocer el río Araz, un río de montaña caudaloso que divide la frontera armenio-iraní. Había querido conocerlo desde siempre, porque es un manantial cuyo fluir definió no sólo mi nombre sino mi espíritu nómade. Mi última parada fue en la cumbre del mítico Monte Ararat (a 5690 metros), que si bien la geografía actual indica que está en Turquía, para los armenios está en el sudoeste de la Armenia histórica. Allí fue donde se posó el Arca de Noé luego del Diluvio Universal. Y ahí llegué días después de la muerte de mi papá. A modo de homenaje a él y a su amor por Armenia, dejé su foto enterrada bajo las nieves de la montaña, envuelta en la Ierakuyn, la bandera tricolor de nuestra querida Armenia.

1. Monasterio de Tatev del siglo IX, en Syunik 2. Iglesia de Surp Asdvadsadsin (Santa Virgen) en Erevan 3. Como otros pueblos del Cáucaso, los armenios son longevos 4. Llenas de frutos silvestres, ciudad de Goris 5. Grupo juvenil de lucha grecorromana 6. Vecinos juegan naipes, ajedrez y tavlí (backgammon) 7. Muchos sirios migraron a Armenia por la guerra 8. Micros que funcionan con tanques de gas en el techo 9. Mercado de antigüedades de Vernissage, Erevan 10. Escena de montaña: pastor, cabras y un viejo auto 11. La gran orfebrería y bordados manuales armenios 12. Esta foto captura el espíritu armenio de Kef, literalmente “farra” 13. La palabra lavash, el pan armenio, es de origen persa 14. Vestigios de la época de dominio soviético, ciudad de Gyumri 15. La Iglesia tiene mucha influencia en lo social 16. Músico y mandolina rusa, Lago Sevan 17. Monasterio de Khor Virab (Pozo Profundo), con vista al Monte Ararat 18. Pastando en las altas montañas de Lastiver. +INFO: Traje de danzas tradicionales

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